jueves, 8 de febrero de 2018

El Mendigo y yo
Se acercaba mi cumpleaños y quería este año pedir un deseo especial al apagar las velas de mi pastel, caminando por el parque me senté al lado de un mendigo que estaba sentado en uno de los bancos el mas retirado, viendo dos palomas revolotear cerca del estanque y me pareció curioso ver al hombre de aspecto abandonado, mirar las avecillas con una sonrisa en la cara que parecía eterna.
Me acerque a él con la intención de preguntarle por que estaba tan feliz, quise también sentirme afortunado al conversar con él para sentirme más orgulloso de mis bienes, por que yo era un hombre al que no le faltaba nada; tenia un trabajo que producía mucho dinero, tenía hijos a los cuales tampoco les faltaba nada tenían todo lo que quisieran tener, gracias a mis interminables horas de trabajo no les faltaba nada ni a mi esposa ni a mi familia completa, me acerque entonces al hombre y le pregunté:
Caballero ¿Qué pediría usted como deseo de cumpleaños? Pensando yo que el hombre me contestaría “dinero” y así de paso yo darle unos billetes que tenìa y hacer la obra de caridad del año; no sabe usted mi asombro cuando el hombre me contesta lo siguiente con la misma sonrisa en su rostro que no se le había borrado y nunca se borro; “- Amigo si pidiese algo más de lo que tengo sería muy egoísta, yo ya he tenido de todo lo que necesitas un hombre en la vida y más.
Con mis padres y mi hermano antes de perderlos una tarde de junio, hace mucho conocí el amor de mi padre y de mi madre que se desvivían por darme todo el amor que les era posible dentro de nuestras limitaciones económicas, al perderlos, sufrí muchísimo pero entendí que hay otros que nunca conocieron ese amor y me sentí mejor.
Cuando joven conocí una niña de la cual me enamoré perdidamente, un día la bese y estallo en mi el amor hacia aquella joven tan bella que cuando luego se marcho mi corazón sufrió tanto, recordé ese momento y pensé que hay personas que nunca han conocido al amor y me sentí mejor.
Un día en este parque un niño correteando cayo al piso y comenzó a llorar, yo fui, lo ayude a levantarse, le seque las lagrimas con mis manos y jugué con él por unos instantes más y aunque no era mi hijo me sentí padre y me sentí feliz porque pensé que muchos no han conocido eses sentimiento.
Cuando siento frió y hambre en el invierno, recuerdo la comida de me madre y el calor de nuestra pequeña casita y me siento mejor porque hay tantos que nunca lo han sentido y tal vez nunca lo sientan; cuando consigo dos piezas de pan comparto una con otro mendigo del camino y siento el placer que da compartir con quien lo necesita, recuerdo que hay tantos que jamás sentirán eso.
Mi querido amigo que más puedo pedir a Dios o a la Vida, cuando lo he tenido todo! Y lo más importante es que estoy consciente de ello, puedo ver la vida en su más simple expresión como estas dos palomitas jugando; ¿Qué necesitan ellas? Lo mismo que yo, nada! Estamos agradecidos al cielo por esto y sé que usted pronto lo estará también.”
Miré hacía el suelo un segundo como perdido en la grandeza de las palabras de aquel sabio que me había abierto los ojos con su sencillez; cuando miré a mi lado ya no estaba, solo las palomitas y un arrepentimiento enorme de la forma en que yo había vivido... sin haber conocido la vida.
Jamás pensé que aquel mendigo, tal vez un ángel enviado por el Señor; me daría el regalo mas precioso que se le puede dar a un ser humano… La Humildad !